Agosto de 1624. Grenoble. Lo universal y lo particular

Cree el pensamiento escolástico que sólo los conceptos más abstractos y universales son dignos de realidad y verdad; pues las cosas particulares, siendo perecederas, corruptibles, imperfectas, son por ello mismo falsas y carentes de toda dignidad. Una nada son en verdad. Y así una rosa es tal porque se adecua o asemeja al concepto universal de rosa. Sólo lo universal es real, y si las cosas de este mundo poseen alguna realidad, ello es debido que imitan aunque pobremente a los universales.

Mas para Gassendi, cuyas clases acaban de ser publicadas bajo el título de Disertaciones en forma de paradojas contra los aristotélicos, tal filosofar es vacuo y estéril, precisamente porque ignora lo real, lo único auténticamente real en lo que al mundo se refiere: las cosas particulares, concretas, existentes. Para él, nuestro conocimiento no puede nutrirse sino de la experiencia, experiencias de las cosas particulares, datos que nuestros sentidos nos ofrecen. Universales son nuestros conceptos y las palabras con las que designamos las cosas y sus comportamientos; mas las cosas mismas, ésas que nuestros sentidos acarician, jamás son universales, sino particulares, concretas, diferenciadas y diferenciables.

Pierre Gassendi (1655)

Pierre Gassendi (1655)

Si de la pluralidad de seres humanos, de rostros y costumbres, hemos de extraer un concepto universal de la naturaleza humana, sea a condición de saberlo irreal -lo que no quiere decir necesariamente falso-, ya que jamás hallaremos un ser humano universal sino seres humanos particulares. De modo que los grandes conceptos con los que reunimos los seres que pueblan el mundo en grupos, clases y subclases, los conceptos con los que tratamos de comprender sus comportamientos y características, son construcciones humanas que aunque sabias algunas son siempre provisionales, susceptibles de ser modificadas, rectificadas, redefinidas.

Piensa Gassendi que sólo conocemos las cosas cuando comprendemos aquello que las hace únicas, singulares, es decir, cuando comprendemos aquello que las diferencia de todos los demás seres; sólo entonces penetramos en su verdad. Y es obligado proceder por experiencia, sólo ella, la atenta mirada al mundo de los fenómenos y sus comportamientos, puede entregarnos conocimiento cierto, si bien nunca definitivo. Pues lo que está por conocer no es la esencia oculta de la cosa, sino aquello que la hace particular, esto es, su diferencia.

[DíazMartín1, Bougerel1, Onfray1]

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