Nicolás Copérnico

La obra de Nicolás Copérnico (1473-1543) dio nacimiento a la astronomía moderna.

A comienzos del siglo XVI, se disponía aún de un calendario juliano, basado en las fases lunares, poco preciso y que exigía hacer periódicamente correcciones. Por ello, resultaba imposible acordar citas con fechas concretas muy lejanas en el tiempo: el calendario variaba.  El desarrollo socio-económico y técnico de la época exigía un sistema más preciso para medir el transcurrir del tiempo.

En 1513, el papado solicitó a Copérnico asesoramiento en esta cuestión. Su respuesta fue tajante: con las teorías disponibles, no era posible llevar a cabo la ansiada reforma del calendario. En aquel año, Copérnico se encontraba ya inmerso en el estudio de una nueva teoría astronómica. Sin embargo, esta carecía de la precisión necesaria, no pudiendo explicar ni predecir, ni aun por aproximación, el movimiento de los astros.

Nicolás Copérnico

Nicolás Copérnico

Tras años de investigación, Copérnico logró formular matemáticamente una teoría astronómica completamente novedosa. La expuso en su obra De revolutionibis orbium coelestium, Sobre la revolución de las orbes celestes, que vio la luz en 1543.

En ella defendía la denominada teoría heliocéntrica. Hasta la fecha se había pensado que la Tierra estaba inmóvil y ocupaba el centro del universo. El Sol, los planetas y las estrellas giraban en torno a ella. La teoría heliocéntrica acaba con aquella creencia al afirmar que era la Tierra la que se movía en torno al Sol.

Ilustración del libro de Copérnico “Sobre la revolución de las orbes celestes"

Ilustración del libro de Copérnico “Sobre la revolución de las orbes celestes»

La teoría copernicana permitió la reforma del calendario. Sin embargo, sus postulados eran difíciles de aceptar. Nuestros ojos nos dicen que los planetas se mueven, pero no vemos ni sentimos moverse a la Tierra. Por otro lado, si esta se moviese, es de esperar que los objetos saliesen disparados o que alcanzasen distancias mayores si eran lanzados a favor de su movimiento.

Sin embargo, no fueron estos los argumentos más duros en su contra. A la teoría le salió un poderoso enemigo, el más poderoso de todos. Lo problemático, aquello que la convertiría en una teoría prohibida, imnombrable, peligrosa, fue que contradecía pasajes de la Biblia en la que se afirmaba o suponía que la Tierra se hallaba inmóvil y que era el Sol el que giraba a su alrededor.

La Iglesia romana medieval fue algo más laxa y heterogénea, a veces, incluso, inepta e inoperante. La Iglesia católica moderna, que nacerá tras el cisma luterano, mostrará un rostro mucho más eficiente y feroz.

Inicialmente, la propuesta de Copérnico fue acogida con cierta indiferencia. Pero las voces en su contra irían en aumento, hasta finalmente convertir su defensa en un delito que podía pagarse con el suplicio o la muerte.

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