Noviembre de 1628. La Rochelle. Un sitio y un éxodo.

 

Hace pocos días que La Rochelle, ciudad costera, rica en comercio y en ideas, fue tomada por las tropas de Luis XIII y el cardenal Richelieu. Luego de un riguroso sitio impuesto por mar y tierra, la más importante ciudad protestante en Francia, sin duda la de mayor valor simbólico y económico, ha capitulado. Un año ha sido necesario para doblegar la voluntad de sus habitantes. Todo parece indicar una reanudación de la sangrienta guerra político-religiosa que vive Francia desde hace casi un siglo.

Richelieu en el sitio a La Rochelle_Henri Motte 1881 sin copy

Richelieu en el sitio a La Rochelle, Henri Motte.

Descartes, incansable viajero y explorador curioso, ha venido a ver. Aún humeante, la antaño bellísima ciudad costera es ahora un cementerio. Aquí y allí se oyen lamentos por el dolor de los seres queridos. Cientos yacen muertos por las calles, muchos han desaparecido; brazos, piernas, entrañas, completan un paisaje colmado de terror. Descartes se cruza con un hombre. Lo observa. Es joven, corpulento, de bella presencia. Tiene la mirada perdida, como si su cabeza hubiese decidido no ver más, no oír más, no recordar más. “¿Dónde va? Ese camino no tiene salida; lleva al acantilado”. Descartes se detiene un momento. Su cuerpo se encorva, se contrae; baja la cabeza. Sus ojos se cierran como en un acto reflejo: “Nunca más”. Saldrá de aquel horror inmediatamente. Pero el horror no está sólo en La Rochelle, el horror está en Francia, en su fanatismo, en su crueldad, en su absolutismo…

Miles de protestantes, hugonotes, como se los conoce en estos lugares, inician la huida hacia tierras libres, hacia las Provincias Unidas. Libertinos, alquimistas, panteístas, deístas e incluso católicos los acompañarán en este éxodo. Descartes irá con ellos. Huyen de la enfermedad, pues no sólo es un cuerpo el que puede caer enfermo, no sólo una cabeza, también sucede que una sociedad pueda llegar a enfermar cuando el fanatismo, la intransigencia o la xenofobia, el odio al otro, el lúgubre deseo de suprimir toda diferencia, de reencontrarse en la Unidad originaria, que no es sino un invento de los tiempos, de cada tiempo, se apoderan de ella.

Masacre de San Bartolomé_François Dubois 1790-1871_sin copy

Masacre de San Bartolomé, François Dubois

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Luis XIII y Richelieu en La Rochelle

[Watson1, Walker1]

 

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