Invierno de 1619. Toulouse. Lo sagrado

Ya llega Giulio Cesare Vanini a la puerta principal de la iglesia de Saint Étienne. Como si de una bestia se tratase, el verdugo lo arrastra de un ronzal fijado a su cuello. La camisa blanca que viste, raída y sucia, deja entrever un cuerpo deshecho por seis largos meses de cautiverio y tormento; su rostro muestra un cansancio entregado. Sobre sus hombros, según ha sido decretado, cuelga un cartel: Ateo y Blasfemo del Nombre de Dios.

Catedral de Saint Etienne, Toulouse

Catedral de Saint Etienne, Toulouse

En pie junto a la entrada principal, el sacerdote le exhorta a que se arrodille y pida perdón por sus muchas blasfemias a Dios, al rey y a su sagrada justicia. Vanini levanta la mirada. Está absorto, parece no entender. Casi sin mediar un instante, el verdugo le asesta un duro golpe en la nuca que lo hace caer al suelo en una posición imposible. Gotas de sangre manchan el camino de la iglesia.

Toulouse ha sido el último refugio de una larga fuga que comenzó hace ya ocho años. Londres, Lyon, Paris, Condom, son sólo algunas de las etapas de esta larga huida, que es también, sobre todo, la historia de una búsqueda, la de un fraile al que le asalta la duda en medio del camino, la búsqueda de un pensar libre. Muchos credos, muchas filosofías, muchas leyes, muchas iglesias ha conocido Vanini. Y fue a lo largo de esta fuga y esta búsqueda, que fue hallando un nuevo pensar.

Amsterdam 1571_Ejecución de la anabaptista frisona Anneken Hendriks_Grabado de Jan Luyken_sin copySostiene Vanini que lo único real es la materia y sus transformaciones. Todo se mueve, todo está sometido al cambio y la evolución. También los seres vivos. Y así pensando, creyó verdadero que el ser humano procede de animales más antiguos y primitivos, tal vez del mono; y por tal motivo es noble, pues es hijo del devenir de la materia, lo único eterno, lo único sagrado. Así lo creyó y así lo expresó en su libro, De Admirandis: por ello morirá hoy.

Vanini yace seminconsciente en el suelo. Un escalofriante silencio invade la escena. Frente a la imponente catedral, su cuerpo, pequeño y flácido, desparramado por el suelo, parece un leve charco de lluvia que el viento pronto barrerá. Los presentes contemplan al condenado. El sacerdote da la orden de continuar sin mayor dilación. Dos soldados de la guarnición aúpan el cuerpo flácido del supliciado. Será llevado a la plaza de Salin: allí, conforme al procedimiento determinado, el verdugo lo atará a un poste, «le cortará la lengua y lo estrangulará. Luego su cuerpo será quemado y las cenizas esparcidas al viento».

 [Didier1, Didier2, Durant1, Watson1]

Busto de Vanini, en Lecce (Italia). Imagen de Emanuele Augieri.

Busto de Vanini, en Lecce (Italia). Imagen de Emanuele Augieri.

"Espacio Giulio Cesare Vanini. Filósofo libre pensador (1585-1619)” Cartel situado en la plaza de Salin, en Toulouse, lugar donde fue públicamente quemado Vanini. Imagen extraída dehttp://www.skyscrapercity.com/showthread.php?p=96917868&langid=5

«Espacio Giulio Cesare Vanini. Filósofo libre pensador (1585-1619)”, situado en la plaza de Salin, en Toulouse, lugar donde fue ejecutado Vanini. Imagen extraída de http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?p=96917868&langid=5

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